miércoles, 9 de diciembre de 2015

Asco

Su aspecto refleja el desquicio, incurre en la hipérbole del asco. El poco pelo que tiene en su cabeza, parece una oda a la muerte. Los nudos y las asintóticas singularidades de esa oscura maraña grasienta de viperinos capilares evocan la condición vital de movimiento del que gozaron otrora, pero mantienen presente la muerte de toda jovialidad que alguna vez reinó en esa cabeza. Sus dientes están putrefactos, su aliento es fétido, su lengua negra y callosa. Con  su estampa famélica se regocija de los banquetes de almas que degusta cada día. Colecciona vidas, historias y sonrisas robadas en sádicos mosaicos que guarda con celo. Hija de la grandísima p... en realidad es hija de la anciana desidia, que en una de sus noches abyectas fornicó con el miedo. Y de aquella blasfemia nació ella, y de aquel inexorable descuido se forjó su existencia.

Y a pesar de todo ello, cuando aparece en mi casa no puedo contener el impulso de besarla; de bailar abrazados con un movimiento pendular, apenas traslacional; con sus horribles tarareos como música, simplemente dejando que su cadencia penetre en mi cuerpo y moviéndome al son de las blasfemas atrocidades que salen de su garganta. Sabe que le pertenezco, sabe que cuando ella lo desee, puede presentarse ante mi y desnudar mi alma; beber mi sangre, doblegar mis impulsos, ridiculizar mis sueños.

La odio, con todas mis fuerzas. Reservo ese sentimiento para ella y vierto todo mis esfuerzos en la destilación del mismo cuando es pertinente. Pero por hoy ya hemos bailado suficiente, por hoy ya la he suportado más de lo necesario, hoy voy a destruirla. Despídete de mi alma. Hoy voy a sonreír.

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